domingo, 28 de julio de 2013

SE NECESITAN NUEVAS IDEOLOGIAS




Por Gervasio Posadas

Las calles del planeta se agitan y los expertos no acaban de entender qué es lo que sucede. Obviando las características especiales del caso egipcio, nos encontramos ante protestas con reclamaciones muy similares, tanto en los países en crisis como en los emergentes. Siguiendo la idea sembrada por un anciano de noventa años, personas que no participaban en manifestaciones se indignan y piden, básicamente, una mayor y mejor redistribución de la riqueza y una democracia más representativa, transparente y participativa. Tan simple, tan difícil. Quizás por este motivo, estos movimientos ciudadanos espontáneos crecen muy rápidamente y acaban agostándose con la misma velocidad: todo el mundo está de acuerdo en el diagnóstico, pero quitando unos pocos radicales que buscan soluciones en manuales ya caducos, nadie está en condiciones de ofrecer una cura estructurada. Menos aun los políticos y los poderes fácticos actuales que, como es lógico, tienden a mantener su statu quo siguiendo la máxima gatopardesca de cambiar lo mínimo para que todo siga igual.

Los remedios que se proponen desde algunos colectivos suelen ser simples parches que, en el mejor de los casos, resolverían unos problemas para traer otros. Por ejemplo, parece claro que el crecimiento a ultranza tiende a provocar desequilibrios cada vez mayores: nuestra economía no puede estar basada en que tengamos que cambiar de coche cada cuatro años ni en que gastemos lo que no tenemos para que continúe funcionando la maquinaria. Se habla de la vuelta al trueque, de la moneda social; sin embargo, nadie pone sobre la mesa un modelo de crecimiento sostenible y realista o, incluso, de una economía capaz de redistribuir riqueza sin que se produzca ese aumento constante del consumo. Es más, ni siquiera hay un gran debate al respecto. En el apartado del gobierno de las instituciones sucede algo semejante: hay muchos defensores de una democracia directa, regida por el voto por internet, sin considerar que acabaría por imposibilitar la toma de decisiones por parte de los gobernantes. También presenta agujeros el mantra de las listas abiertas, que trasvasaría el clientismo de los partidos al de los candidatos, haciendo aun más difícil el control de las instituciones.

¿Cuál es la solución? Por desgracia no lo sé, pero les pido a todos ustedes que piensen en ella, que busquen, que discutan, que se informen. En toda época de crisis a lo largo de la historia han surgido doctrinas que pretendían cambiar un sistema anquilosado. Muchas se equivocaban, en algunos casos de forma dramática, pero acabaron aportando elementos positivos a la sociedad. Sin embargo, hoy estamos ante uno de los mayores retos de la historia reciente de la humanidad: dotarnos de unas reglas de juego que superen las imperfecciones de una democracia anticuada y de una economía de mercado que no somos capaces de domesticar. Y estamos sin ideas. Y necesitamos soluciones más pronto que tarde, soluciones globales, que no ataquen un solo problema sino el conjunto de ellos. Ya sé que la palabra ideología guarda todo tipo de connotaciones odiosas, pero eso es lo que necesitamos ahora: un nuevo conjunto de ideas que den solución a cómo vamos a vivir en el futuro en sociedad y en armonía. Si no corremos el peligro, como ha sucedido tantas veces en la historia, de que otras ideologías mucho menos amables acaben por imponernos su forma de pensar y de vivir.

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