Lamentablemente esa parece ser la secuencia de los niños de la calle.
Obligados por el hambre, necesidades de todo tipo y la ruptura familiar, más de 30 niños, entre indígenas y adolescentes, se observan diariamente en las esquinas y semáforos de Ciudad del Este para pedir limosnas, u ofreciendo algún tipo de servicio como limpiar parabrisas o venta de golosinas. Esta situación, pone al desnudo la falta de políticas claras que tiendan a dar solución a este flagelo que azota esta parte del país, por parte de los organismos encargados de velar por la integridad de estos menores.
CIUDAD DEL ESTE- Víctimas por partida doble son los niños, que están expuestos al sol y a los gases tóxicos que despiden los vehículos, además de ser presas fáciles de la drogadicción, prostitución, alcoholismo, abusos y violencias de todo tipo, tanto en el seno familiar, como en las propias calles.
A lo largo de la avenida Bernardino Caballero, en las intersecciones de la supercarretera, como en otras transitadas arterias de esta ciudad, se puede ver a diario que niños, niñas y adolescentes, se exponen al peligro constante, en busca de unas cuantas monedas, que al 90% de los mismos, les sirve para “bajarle a la cola de zapatero”, al decir de las propias expresiones de estos menores.
Se organizan en pequeños grupos, de dos o tres niños, se colocan en las esquinas y comienzan a mendigar, algunos con un alto grado de violencia contra los automovilistas.
“Estamos en la calle porque no tenemos para comer”, señaló un niño indígena con evidentes signos de estar bajo los efectos de algún estupefaciente. Relató que la cola de zapatero les hace pasar el hambre, pero que muchos de los otros niños, a quienes les dicen “paraguayos” ya son consumidores del crack.
Todo esto ocurre ante la atenta mirada de la ciudadanía y la total inacción de los organismos que deberían velar por la integridad de estos menores.
“La principal dificultad para hacer algo por los niños en situación de calle, es la falta de recursos”, es la respuesta más corriente y frecuente que utilizan los que trabajan en los organismos estatales y no gubernamentales, cuando son consultados del por qué no implementan una solución de fondo a este flagelo que azota a todo el país.
La pobreza, la falta de oportunidades, la violencia física, síquica y sexual, son factores preponderantes que obligan a los menores a abandonar el seno familiar e instalarse en las calles, donde sobreviven de la “mendicidad y caridad” de la gente. Todas las instituciones, privadas y públicas, encargadas de velar por la integridad de estos niños, administran muy bien estas informaciones, sin embargo, hacen poco o nada para llevar una solución definitiva a este sector. Otro de los flagelos de esta sociedad, es la cantidad de jóvenes madres indígenas, que utilizan a sus bebés para mendigar por la ciudad.
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